26/04/2013
Mirando al mar descubrí que mis lágrimas no eran diferentes,
que se confundían en la playa desierta con la lluvia que caía
atravesando la piel de mi cara y con el agua fundiéndose
por la impotencia que viví aquellos días y que contenía.
Lloraba y salió la rabia de dentro de mi como león que ruge
y gritando fuertemente al cielo nublado aquel día lluvioso
pude comprobar la poca fuerza para controlar
todos los aspectos de mi vida, dándola por perdida.
Con más calma y serenidad pude ver el sol
que iluminó mis oscuros pensamientos y el día,
dándome soluciones y devolviéndome de nuevo la vida,
pensando que en el interior está la fuerza escondida.
c.
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